de los 365 días que te quiero
hay días que no te quiero nada
momentos en que las palabritas que hemos ido tejiendo
de poco a poco se me escapan,
no tengo ojos, sí guadañas,
y en un laberinto acorralo:
no recuerdo salida, no recuerdo la entrada
de las 8.760 horas que te quiero
también las hay que no te quiero nada
instantes que temen todo, holocaustos,
devorando, mi futuro
y tu alma,
pero me quedo mirando rato
y parece que estudio la pared de ladrillo frente a la ventana
de los más 590.000 minutos que te quiero
los hay
en los que no te quiero nada
y nada todo se va volviendo,
y quién será el que carga la nada
porque, de los cada y siempre que te quiero,
los hay en que para qué hacerlo
si somos como armas
uno contra uno mismo y después
el vacío o se va
o quedando se anda.